Modificación total al formato de los debates
Por Ángel Lara Platas
Hemos sido muy severos al opinar la participación de las dos candidatas mujeres y el candidato varón, por su desempeño en el reciente debate transmitido a nivel nacional, a través de los diferentes formatos de la comunicación.
Se les criticó la expresión en sus rostros, su forma de ver a la cámara, la vestimenta, si era agua, café o te lo que el candidato tomaba, y que lo hiciera de manera repetida. Se les reprochó que evadieran las respuestas y que las preguntas no fueran tan demoledoras como un fuerte golpe a la mandíbula.
Les molestó que no se comportaran como lo hacen arriba del templete o en las entrevistas banqueteras, donde los aspirantes manejan sus propios tiempos.
Los que han participado en los debates desde que se el órgano electoral utilizó esta modalidad, ha habido de todo: los que por su experiencia se desenvuelven brillantemente frente a las cámaras; los que se han mostrado nerviosos por lo que significa platicar con un aparato cuando no se tiene la costumbre.
Los señalamientos fueron implacables. No entienden que los candidatos tienen que sujetarse a lo que imponga la parte técnica y de los encargados de la producción.
Los debatientes no son actores o comunicólogos experimentados. Son políticos acostumbrados a los estilos tradicionales de comunicación.
Pararse frente a una cámara para contestar preguntas de las que se está enterando en ese mismo momento, por supuesto que es estresante, no por falta de capacidad para responder, sino porque debe hacerlo bajo la presión de los tiempos y dejar satisfechos a los moderadores.
Eso sería como exigirle a una bailarina de ballet que haga sus rutinas con vestido de noche.
Discutir ideas bajo la presión del cronómetro, estresa y le quita frescura y espontaneidad a las intervenciones.
Los debates no deben ser un espectáculo para divertir a las masas. No es una pelea de box como lo pretendió interpretar un periodista que habló de “noquear”. No. Debe ser un espacio de libertad donde los participantes se sientan cómodos, a gusto.
El formato de los debates, tal como lo acabamos de ver, pareciera que está diseñado para robotizar a los contendientes.
Los moderadores juegan un papel importante en la conducción del evento, pero no deben comportarse como generales frente a la tropa. Se entiende que ellos se sujetan a un libreto. De ellos no depende modificar el formato. El responsable directo es el Instituto Nacional Electoral, organizador del debate.
El asunto no sería nada más corregir el formato actual. Debe pensarse en otro diferente, de mejores resultados.
Por ejemplo, con antelación al evento, los candidatos harían llegar sus propuestas a un grupo multidisciplinario de expertos, de prestigiadas instituciones no gubernamentales, para analizar la viabilidad de las mismas, entregándolas a los propios candidatos previo al evento del debate.