¡El frío!
Sin Tacto/Por Sergio González Levet.
No, querida lectora, estimado lector… no me refiero a la condición que está padeciendo el Góber Cuitla ante los miembros más conspicuos de la Cuatroté por sus «sesudas» declaraciones, que tienen hartos a todos en Palacio Nacional y casi a punto de desdecirse de él al propio Patriarca.
Cuando pongo «frío» me refiero al ambiental, al que nos ha pegado como nunca (es decir, como siempre) en estos días, con grados bajo cero en las montañas pero también con aires encontrados en nuestras costas, tan cálidas que han sido siempre.
En la zona del Cofre de Perote cayó ayer martes la quinta nevada de este invierno inclemente y las nieves perennes del Pico de Orizaba bajaron hasta blanquear casi toda la montaña que es de nosotros (no de los poblanos… ya quisieran).
En el Puerto, en los puertos, en las zonas bajas y tropicales los veracruzanos se pudieron dar el lujo de ponerse suéteres y chamarras, y de sentir frío. Eso es algo que solamente podían gozar quienes tienen aires de continuo (o de Contino, saludos Ramón Poo), así que el tiempo atmosférico terminó por hacer sentir ricos a los pobres y pobres a los ricos.
Para quienes piensan que el cambio climático es un invento de Bill Gates -que es el villano favorito de los que creen que todo es un complot de los híper-millonarios contra el mundo-, la realidad y los frígidos excesos que estamos padeciendo les están dando una prueba fehaciente de su existencia.
Y advierten los meteorólogos que las temperaturas extremas hacia arriba y hacia abajo seguirán empeorando con el paso de los años.
Los efectos del cambio climático se están haciendo cada vez más presentes y notorios. Las nuevas generaciones se tendrán que adaptar con rapidez a condiciones climáticas inéditas: calorones infernales, heladas inusitadas, huracanes pavorosos, lluvias multitudinarias, sequías impensables, tornados impensados.
El planeta ha cambiado, aunque lo pretenda negar nuestra condición de querer que todo siga igual (o nuestra esperanza de que el mundo aún aguantará todavía un poco más nuestros excesos ambientales).
Podemos pensar que aún hay tiempo de quemar un poco de petróleo más, de seguir usando el carbón que negrea nuestra atmósfera, de contaminar a mansalva nuestros ríos, pero la realidad está ahí, donde no la queremos ver y por eso volteamos un poco la vista hacia otra parte.
Lo cierto es que a quienes vivimos el presente y aquí cerca nos queda sólo comprar suéteres y cobijas en las costas, y poner ventiladores en las regiones altas.
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