Prosa Aprisa
¿Detrás de Duarte hubo una gran Karime?
En realidad, se le puede utilizar en diferentes contextos, pero creo que el sentido final es el mismo.
Se la adaptó de la frase original, que con sentido sarcástico y machista pronunció el famoso humorista norteamericano Groucho Marx: “Detrás de un gran hombre hay una gran mujer y detrás de ésta su esposa”.
Ante el escándalo que nos envuelve, se antoja preguntar: ¿detrás de Javier Duarte hubo una gran mujer llamada Karime Macías Tubilla?
Por ética evito siempre tocar a la esposa y a los hijos de los gobernantes y de los políticos porque ellos, casi en la generalidad de los casos, no son culpables de las atrocidades, de las trapacerías y de toda clase de abusos que sus esposos y padres, respectivamente, cometen cuando están en el poder y al amparo del mismo. Incluso, también en muchos casos, a veces son unas víctimas más de los sátrapas en que se convierten sus jefes de familia. A mi paso por el gobierno y la política supe de casos de esa triste realidad.
Pero una cosa son los familiares en su vida privada, personal, y otra cuando emergen como figuras públicas y más cuando tienen una responsabilidad oficial por la que deben responder máxime si reciben una percepción económica que provenga de los fondos públicos.
Diversos medios y columnistas de la Ciudad de México han revelado el contenido de una audiencia y declaración ministerial sobre el caso de corrupción de Javier Duarte de Ochoa en el que aparece involucrada la esposa del exgobernador, Karime Macías Tubilla, expresidenta del DIF Estatal Veracruz, quien, de acuerdo a lo que se ha dicho, tendría un alto grado de complicidad por lo que la esperarían también los tribunales para que rinda cuentas.
Me ha llamado la atención que incluso algunos de mis colegas de la capital del país afirman que ella es más inteligente que él y que era el verdadero poder tras el trono.
Aunque no se sabe oficialmente que exista una órden de presentación o captura en su contra, o que se le finque tal o cual delito, extrañamente ella desapareció también con su esposo.
Su paradero es un verdadero misterio, y siendo piadosos cabría pensar que como fiel esposa está cumpliendo hasta el sacrificio con su obligación matrimonial de estar al lado de su marido en el peor momento y hasta las últimas consecuencias, lo cual la haría verdaderamente admirable.
Pero su mención en una acta ministerial involucrándola como participante activa en todo el entramado de corrupción que escandaliza a Veracruz, a todo el país y con ribete internacional, hace pensar que en realidad está huyendo de la justicia para evitar rendir testimonio que sería el tiro de gracia contra su esposo y que, de paso, la confirmaría como quien dio muchas órdenes sobre el manejo de bienes adquiridos con dinero proveniente del gobierno del Estado, o sea, como cómplice.
¿Dónde está? ¿Por qué no da la cara públicamente si nada debe? ¿Por qué no sale a defender, a argumentar a favor de su esposo? ¿Por qué no sale a decir que es mentira todo lo que se dice sobre ella y que tiene pruebas para comprobarlo? ¿Por qué no ha salido, incluso, a defender a sus padres, también involucrados en la investigación, igualmente alegando con pruebas que son inocentes?
Hasta en tanto no haya una declaración oficial en su contra, otorguémosle el beneficio de la presunción de inocencia. Tiene derecho a ello. Sé que ella y su esposo son –¿o eran?– mis lectores. Le ofrezco este espacio por si quiere hacer un alegato a su favor o el de su marido.
Sin embargo, a días de acabar la administración, cabe preguntar: ¿qué huella dejó como presidenta del DIF Estatal? Se supone que debió de andar para arriba y para abajo haciendo el trabajo de asistencia social que corresponde a ese organismo y que le correspondía como esposa del gobernador. ¿Alguna vez se le vio en las colonias populares, en los llamados cinturones de miseria de las grandes ciudades, en las regiones indígenas, en los orfanatorios, en los asilos para adultos mayores, con los menores infractores recluidos, en actos con “viejitos” en situación vulnerable que los hay en todo el Estado?
Lo que se sabía, por lo que platicaban los trabajadores de la Casa Veracruz, era que tenía obsesión por conservar su figura esbelta, para lo cual hizo acondicionar un espacio especial en la residencia oficial donde montó dos gimnasios completos, en los que se pasaba casi todo el día cuando estaba en Xalapa.
Que se sepa, nunca se presentó a trabajar a las oficinas del DIF y menos para atender a veracruzanos –ancianos, niños y mujeres en la pobreza–, es decir, nunca fue auténtica presidenta del organismo de asistencia social, e incluso su descuido llegó a tanto que hoy el DIF Estatal tiene demandas penales ante instancias federales porque tampoco pagaron millones de pesos por leche que les surtieron debido a lo cual les cortaron el suministro dejando sin el producto a niños y personas de la tercera edad beneficiarios de los programas sociales.
El organismo nunca había estado tan abandonado por su presidenta, oportunidad de servir que, en cambio, no desaprovecharon en su momento las señoras Teresa Peñafiel de Hernández Ochoa, Esperanza Azcón de Acosta Lagunes, Divina María Morales de Gutiérrez Barrios, Teresa Morales de Delgado Rannauro, Sonia Sánchez de Chirinos Calero y Christiane Magnani de Alemán Velasco, todas de grata memoria, quienes realizaron una gran labor a favor de los necesitados y a quienes conocí ya en el ejercicio de mi tarea como periodista.
¿Karime Macías Tubilla el poder tras el trono? Lo que sí hizo la señora tema de este comentario hoy fue asumir funciones que no le correspondían porque no era funcionaria, como, por ejemplo, presidir reuniones de seguridad –sí, así como usted lo lee– o asumir el manejo de imagen, publicitario e informativo del gobierno.
En la Ciudad de México hay reportes de cómo a reuniones de seguridad a los que eran convocados representantes de la Policía Federal, del Ejército, la Marina, la Fiscalía General del Estado (antes Procuraduría) y organismos locales, en lugar de que las presidiera Javier Duarte, para su sorpresa llegaba ella a encabezarlas.
Algunos de los asistentes –eran reuniones muy privadas, a puerta cerrada, a la que entraban sólo jefes y comandantes– recuerdan que ella disponía todo, que ella tomaba la palabra y no la soltaba, que ella preguntaba y ella misma se respondía, que ella al final ordenaba lo que se tenía que hacer, y cuando estaban tocando temas tan serios como los secuestros o los levantones, o la desaparición de personas, era tanta su preocupación que de pronto paraba la reunión y ordenaba a uno de sus tres o cuatro ayudantes que tenía al lado que fueran a pedir que le trajeran su jugo o su comida light, ante la cara de what sobre todo de los miembros del Ejército y la Marina que son tan serios, formales y comprometidos en sus tareas.
O sea, había vacío de poder, un gobierno sin gobernador, vacío que ella llenaba y gobierno que ella ejercía. Sí, detrás de Javier Duarte estuvo Karime Macías, para bien, o para mal. Sería triste que terminaran como los Abarca de Guerrero. Por ella, pero sobre todo por sus tres pequeños hijos, sinceramente deseo que no, que resulte inocente. Este espacio queda abierto para ella.
A ver con qué nos acaba de despertar esta mañana Carlos Loret de Mola. Duarte lo ha proyectado como el gran periodista con las exclusivas sobre el caso de corrupción más sonado de México desde los tiempos del tristemente célebre Arturo “El Negro” Durazo, aquel compañero de infancia y de juegos de José López Portillo a quien por un capricho convirtió de golpe y porrazo en un General sin ser miembro del Ejército sino un verdadero delincuente, que ofendió grandemente a los hombres de verde olivo, con justa razón. Sigo sin poder hacer a gusto mis ejercicios matutinos porque tengo que parar para ver y escuchar a Loret y saber las nuevas de Duarte. A muchos ahora los veo con cara de desmañanados porque me han confesado que por primera vez en su vida se despiertan a las 6:30 de la mañana para estar pendientes de “Despierta”. Todo por culpa de Duarte, como si no nos hubiera causado ya suficiente daño.